Bajo la lupa: Los ardidos | Noticias


Se cuenta que el gran estratega francés, Napoleón, decía que es necesario ser humilde en la victoria pero más grande en la derrota. Vaya usted a saber si es cierta esta leyenda, sobre todo conociendo el talante de ese guerrero infatigable que pasó, de simple soldado, a convertirse en Emperador, pero eso es otra historia. El tema es que en el futbol, contrario a todos los demás deportes, el que pierde una final, queda súper ardido. No recuerdo en los muchos años que tengo de edad y de ver torneos de toda índole, a un subcampe@n negándose a recibir o despojándose de la presea plateada, por ejemplo en Juegos Olímpicos. Lo peor del caso es que, por su repercusión, el soccer genera ejemplo y hoy, hasta en los torneos de chavitos, podemos ver estas actitudes totalmente antideportivas. Los actuales campeones del futbol mexicano, Tigres de la Autónoma de Nuevo León, dieron la nota cuando perdieron la Gran Final en 2017 ante el Guadalajara. En una actitud pueril y berrinchuda, subieron al estrado de premiación y se negaron a que les colgaran la medalla que los acreditaba como subcampeones del torneo o se la quitaron inmediatamente después. El líder de esta absurda insurrección fue el francés André Pierre Gignac, inmenso jugador pero pésimo perdedor. El mal ejemplo cundió. Pienso que para perder una Final, hay que llegar a ella y el atleta que procede de esta manera está devaluando su propio accionar, además de faltarle al respeto a su propia institución, a sus seguidores y al rival que les ganó en buen lid. La Liga MX, en lugar de meterle una multa marca llorarás a Tigres, por ardidos, mejor quitó de la ceremonia al perdedor. ¡Bonita forma de aplicar la ley del avestruz! La cabeza enterrada y la cola de fuera. Ahora el carnaval del anti deportivismo lo encabezó José Mourinho, director técnico de la Roma. Molesto por caer en penales frente al Sevilla, en la Final de la Europa League, arremetió contra los árbitros, recibió de mala gana su medalla, se despojó de ella y acabó regalándola a la tribuna aduciendo que “él conserva las de oro y las de plata las obsequia”. La verdad es que se trata de un mamón de peso completo. Jamás jugó al futbol en cancha y es un interesante teórico que ha conseguido triunfos importantes. Desde mi punto de vista, Mou olvida que es gracias al balompié que tiene fama y notoriedad, además de la fortuna que cobra por dirigir a sus equipos. La “Loba”, como se conoce al club de la capital de Italia, debería pedirle cuentas, la UEFA sancionarlo y el aficionado de a pie, como usted y yo, exigirle respeto. Lo más triste del asunto es que escucho a líderes de opinión, justificando el proceder del estratega lusitano bajo el infantil argumento de que “es de sangre caliente”. Luego por eso vemos a energúmenos arrojando aceite hirviendo sobre una inocente mascota. No justifiquemos a…los ardidos.



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